TILICHE, más que un traje llamativo en Oaxaca

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Si conoces las festividades oaxaqueñas, seguro has visto este traje; y si no, tu primera impresión al observarlo seguro se relaciona con el Tío Cosa o con los perritos shih tzu ¿verdad? El mismo nombre, “tiliche”, es bastante simpático y parece sentarle muy bien.

La palabra se define como un “objeto inútil y de poco valor”, a menudo otorgado a los retazos de tela que sobran después de confeccionar un traje. Sin embargo, en Oaxaca este concepto va mucho más allá. El tiliche es, en realidad, un elemento icónico en celebraciones como la Guelaguetza y los carnavales. ¿Quieres saber por qué? ¡Descúbrelo a continuación!

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Un personaje alegre y andrajoso

La historia local de los “tiliches” nos cuenta que esta tradición nació a partir de una imagen común de presenciar en el siglo XIX, en Putla Villa de Guerrero, Oaxaca. En aquel entonces, los hacendados contaban con peones que trabajaban en sus tierras pizcando el algodón u otras cosechas; campesinos explotados y aprestados por las tiendas de raya. Como habrás de imaginar, su aspecto no era el mejor, pues debido a su situación portaban ropas sucias y andrajosas.

Sin embargo, cuando había fiestas, sobre todo los carnavales en días anteriores a la cuaresma, estos hombres salían a divertirse por las calles haciendo travesuras a sus compañeros. Usaban máscaras hechas con piel de animales silvestres para mantenerse en anonimato, llevaban su bule lleno de tepache –que era la bebida por excelencia de los campesinos–, y su fiel sombrero.

Poco a poco, en el imaginario colectivo, se fue creando un personaje al que llamaban “marmano”, que venía siendo una abreviación de la frase “mi hermano”. No eran más que estos peones siempre presentes en las celebraciones, con un ánimo alegre, divertido y bailarín, que hasta la fecha distingue a los tiliches.

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Con el paso del tiempo, graciosamente, los “marmanos” –a los que también se les llama “viejos”, por cierto– fueron tomando la forma de los “tiliches”, convirtiéndose en un disfraz que, aunque nació como una sátira o protesta ante las terribles condiciones en que vivían los peones, pasó a convertirse en un traje cuyo objetivo es demostrar la alegría del carnaval oaxaqueño.

El resultado final consiste en un atuendo elaborado a mano con múltiples pedacitos de tela de muchos colores, lo que le hace tan voluminoso como llamativo. Los tiliches continúan escondiendo su identidad bajo un sombrero muy ancho y máscaras de petate, con cejas, bigotes y barba de mecate. Hoy en día, incluso son acompañados por música de orquesta que alegra al público que se encuentra con ellos, por ejemplo, durante la Guelaguetza.

Es tan peculiar, que incluso llama la atención del público nacional y extranjero. ¿A ti qué te parece? ¿Has visto a estos hombres bailar? ¿Te gustaría ponerte un traje de estos algún día o te da miedo acalorarte? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios! Te estaremos leyendo.

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