¿Sabías que los mayas adoraban a una deidad del chocolate? O, mejor dicho, del árbol del cacao. ¡Y cómo no reverenciar a un fruto tan delicioso y nutritivo como éste! Era una diosa conocida con distintos nombres, pero Ixcacao era el principal; se le relacionaba con la fertilidad, aunque en general cumplió diferentes roles en cuanto su figura se propagó por las diversas culturas mesoamericanas.
Su historia resulta larga y complicada, pero en esta ocasión procuramos fusionar diferentes mitos que brinden un panorama general respecto a quién era. ¡Conócela a continuación!
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Los mayas y el exquisito chocolate
Aunque te resulte sorprendente, los mayas cultivaban el cacao ya hace más de 2500 años. Su nombre se traduce como “alimento de los dioses”, aunque literalmente vendría a significar “fuerza roja” o “fuego rojo”… imponente ¿verdad?
Tiempo después, los aztecas aprendieron de los mayas su cultivo y preparación que, a grandes rasgos, consistía en moler los granos sobre el metate, formando una crema líquida y caliente que se tomaba ¡ese era el xocolatl! La riquísima –y tan famosa– bebida amarga. Tenía un valor tan alto, que solo el emperador y la nobleza podían consumirlo. Al mismo tiempo, sus granos eran usados como moneda.
Era tanta su importancia, que según la mitología maya existía una diosa del cacao, de cuerpo labrado con frutos de este mismo árbol. Los antiguos creían que Ixcacao era una madre amable y poderosa, encargada del bienestar de la tierra, y con ello de las cosechas. Gracias a sus manos, el pueblo se alimentaba de forma correcta; era amada por su carácter compasivo, ligado a la abundancia. Así, cuando los mayas se enfrentaban a dificultades agrícolas, acudían a ella por medio de plegarias.
Por supuesto, esto ocurría en una sociedad matriarcal, en la que cuidar los cultivos era un trabajo destinado a las mujeres. No obstante, conociendo todo esto y habiendo cambiado la situación con la llegada de los imperios, podemos comprender la historia del chocolate a través de Ixcacao. ¿Te suena el siguiente relato?
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La respuesta está en el afrodisiaco
Con los emperadores y las dinastías, se vino una época de esplendor: la astronomía y las artes florecieron, al tiempo que las ciudades se hicieron cada vez más grandes. Sin embargo, la distancia entre la clase dominante y el pueblo crecía de forma descontrolada. Fue entonces cuando obligaron a Ixcacao a casarse con el dios del comercio, totalmente en contra de su voluntad; sus granos de cacao le fueron arrebatados para convertirlos en moneda, y la capturaron para permanecer de forma exclusiva entre la realeza.
Encerrada en su jaula de oro, escuchó rumores acerca de hambre generalizada, de terribles guerras entre los distintos estados, de glotonería en los banquetes reales, mientras que su gente caía hambrienta y desnutrida. Las tierras se habían vuelto infértiles, porque la mitad de los campesinos se habían ido a la guerra, o porque en los campos mismos se llevaban a cabo las sangrientas batallas. ¡Era un panorama espantoso!
La pobre diosa del chocolate estaba muy triste y desconsolada; deseaba volver con su pueblo, restaurar todo el caos que se desataba en su ausencia. Y así conoció a la diosa del amor, quien se encontraba igual de angustiada: la gente ya no reía, ni tenía tiempo o energía para el amor… entonces decidieron aliarse.
Ixcacao mostró a los cocineros de los reyes cómo era que el chocolate funcionaba como un afrodisíaco poderoso. Y así el emperador Moctezuma llegó a beber entre 40 y 50 copas al día, para mantener su energía en sus visitas diarias a su harén.
Solo entonces, mientras todos estaban distraídos, a Ixcacao se le permitió regresar a su pueblo, esta vez como una diosa de la fertilidad que vigilaba los campos de maíz, pero también como una guardiana del amor y del placer.
¿Qué piensas acerca de esta historia? ¿Te gusta más la leyenda del cacao como regalo de Quetzalcóatl? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios!
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