“Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axólotl. […] Ahora soy un axólotl”, narra el mismísimo Julio Cortázar en uno de sus cuentos más emblemáticos, basado en estas criaturas extrañas, tan netamente mexicanas. Sus movimientos son graciosos; resultan inofensivos, muy curiosos y poseen una carita que parece estar sonriendo siempre ¡¿cómo no iban a ser unos animalitos muy admirados alrededor del mundo, empleados incluso como musas?!
De hecho, podría decirse que su mera existencia es un milagro. Por eso, en este Día Mundial de los Animales, queremos hablarte acerca de sólo una, entre las miles de especies endémicas en nuestro país; porque sí ¡México es tan rico y vasto! Que vale la pena detenerse a desentrañarlo.
En fin ¿crees saber mucho sobre los ajolotes? ¡Descúbrelo a continuación!
Su nombre en náhuatl –axólotl– significa “xólotl de agua”, que se ha traducido como “juguete de agua”, “monstruo acuático”, “gemelo de agua” o “perro de agua”… todos estos nombres son tan raros y bonitos. ¿Qué traducción te gusta más? ¿Conoces otra forma de llamarlos?
En la actualidad, los ajolotes aún habitan exclusivamente en el imperio antiguo del Valle de México. Nadan entre los cuerpos de agua dulce de nuestro país, como el lago de Xochimilco, ubicado en la Ciudad de México, y el de Pátzcuaro, en Michoacán.
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De hecho, existe una historia prehispánica que explica el nacimiento de los ajolotes, según Fray Bernardino de Sahagún, un misionero franciscano que escribía en náhuatl. La leyenda del quinto sol dice que, en la ciudad sagrada de Teotihuacán, dos dioses llamados Nanahuatzin y Tecuciztécatl se tiraron a una hoguera para convertirse en el sol y la luna, respectivamente. Al percatarse de que el sol y los astros seguían sin moverse, los otros dioses decidieron morir también… a excepción de Xólotl, hermano gemelo de Quetzalcóatl, quien se negó al sacrificio.
Xólotl fue una deidad que le tuvo miedo a la muerte, y decidió escapar de ella mediante sus poderes de transformación. Primero se escondió entre las milpas, convirtiéndose en una planta de maíz de dos cañas, pero los dioses lo encontraron; escapó nuevamente y se transformó en maguey, pero fue descubierto otra vez. Finalmente, en su última huida, se introdujo al agua y se convirtió en un ajolote. Esto explica por qué este animalito es tan tímido y siempre busca lugares para esconderse.
Hermoso ¿verdad?
El ajolote, a diferencia de otras salamandras y anfibios como las ranas, no presenta metamorfosis; de hecho, alcanza la madurez sexual y puede reproducirse sin perder las características físicas y morfológicas de su estado larvario. En otras palabras, se quedan en su etapa de bebés hasta que mueren… a excepción de algunos casos, cuando son sometidos a gran estrés, alcanzan su forma anfibia y pierden sus branquias. Otro motivo para no molestarlos nunca.
Suelen ser de color negro o moteados; sin embargo, gracias a una falla genética, también existen ajolotes albinos y blancos, aunque éstos se dan más en cautiverio. En realidad, son marrón con fondos negros y puntitos color oliva. Igual se ven guapos ¿o no?
Sí, antes de nacer. De hecho, los embriones de los ajolotes son ideales para investigaciones médicas y biológicas no sólo por su tamaño, sino porque son transparentes. Al colocarlos bajo el microscopio es posible observar su desarrollo, la reproducción celular, la formación de la médula, entre muchos procesos más. Son unas auténticas cajitas de sorpresas ¿no crees?
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Y por si todo lo anterior fuera poco, también son capaces de regenerar cada parte de su cuerpo, incluido el sistema nervioso, huesos, mandíbula, piel, órganos, espina dorsal, retina, cerebro y hasta el corazón. Es el único animal con este superpoder; lo hace en cuestión de días o semanas, ¡sin dejar rastros ni cicatrices! Por eso resulta muy atractivo para científicos alrededor del mundo.
Su cuerpo cuenta con tres pares de branquias, así como una aleta que va desde poco más abajo de su cabeza hasta la cola. Además, en sus patas delanteras sólo poseen cuatro dedos, mientras que en las patas traseras cuentan cinco. Son bien raritos, pero así los queremos.
Una hembra pone alrededor de 500 huevos; aunque sólo llegan a sobrevivir tres de ellos. ¡Muy poquito! Sin embargo, el promedio de vida de un ajolote en cautiverio es de 10 a 15 años, dependiendo de las condiciones de vida. En compensación, es longevo ¿no crees?
Por desgracia, la especie está sujeta a protección especial, ya que la reducción y contaminación de los cuerpos de agua en que habita, su sobreexplotación para consumo humano como alimento y remedio tradicional, así como la introducción de especies de peces exóticas en su hábitat, amenazan su existencia. El principal problema fue la introducción de agua tratada en el sistema de canales, lo que disminuyó considerablemente la calidad de su hábitat.
¡Hagamos todo lo posible por salvarlo! Más ahora que conoces su enorme valor. ¿Te animas a unirte a asociaciones protectoras de los ajolotes?
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