AMOR PROHIBIDO: LA MUJER HERRADA POR PECADORA

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Si la noche te agarra en la CDMX, ¡mucho cuidado con pasar por la calle de Perú! Pues en cualquier momento podrías escuchar el ruido de unos pasos metálicos a tus espaldas; acto seguido, un espíritu de mujer con herraduras en pies y manos ensangrentadas –o en cuerpo de mula negra– se aparecerá frente a ti, gimiendo por sus penas. Entonces habrás conocido a Juana, quien murió asesinada en esa zona durante el siglo XVII. Turbio ¿verdad?

Esta es una leyenda de terror clásica de la Nueva España, que Vicente Riva Palacio recopiló en su libro Tradiciones y leyendas mexicanas (1880). Se rumora que la historia podría estar basada en hechos reales, y que sucedió en 1670. Esto demostraría que los castigos divinos pueden llegar a ser muy encarnizados… ¿te atreves a echar un vistazo? ¡Te contamos todo aquí abajo!

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El clérigo y su amante

Pues bien, el relato comienza con un religioso que vivía en la calle Puerta Falsa de Santo Domingo, hoy conocida como República de Perú. Dado a que estaba solo como dedo, decidió juntarse con una mujer de vida licenciosa llamada Juana –¡por los clavos de Cristo!– como si se tratara de su legítima esposa. Ojo aquí, que para la época esto era un auténtico escándalo, por lo que todos veían con horror su unión, en especial su compadre, un herrero que vivía a unas calles de distancia y que era profundamente religioso.

En repetidas ocasiones, éste habló con el clérigo al respecto y le dio consejos para que abandonase la vida loca, alejada del celibato, a la que su soledad le había conducido. Sin embargo, cuando el demonio se disfraza de travieso amor, la amistad resulta impotente para vencer al enemigo ¿verdad? Ya ves a tu amiga que no se da cuenta.

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Una mula negra

Fue en una madrugada oscura cuando el buen herrador estaba ya dormido, que escuchó llamar a la puerta del taller con grandes e insistentes golpes, que le hicieron despertar y levantarse más que de prisa. Temeroso de que fuesen ladrones, se asomó y notó que eran dos esclavos negros –aunque otras versiones aseguran que eran un par de misteriosos monjes– que conducían una mula bruna y un recado de su compadre el clérigo. Éste le suplicaba le herrase inmediatamente la bestia, pues muy temprano tenía que ir al Santuario de la Virgen de Guadalupe.

Reconoció en efecto la cabalgadura que solía usar su amigo y, aunque a revientas hinchas debido a la imprudencia de la hora, clavó cuatro sendas herraduras en las cuatro patas del animal. Concluida la tarea, los hombres se llevaron la mula, pero dándole tan crueles y repetidos golpes, que el herrero les echó bronca por la poca humanidad de su trato. Animalovers ha habido siempre, como puedes ver.

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Un horrible descubrimiento

Como buen madrugador, al día siguiente, el herrador se presentó en casa de su compadre para cobrarle el trabajo y de paso enterarse de por qué iría tan temprano a Guadalupe, como le habían informado los hombres. Sin embargo, el clérigo aún con el almohadazo en la cabeza y lagañas en los ojos, no tenía ni la menor idea de lo que le hablaba. Ambos se miraron confundidos y, para confirmar que en efecto no tenía noción de los monjes –o negros– con mula referidos, el cura fue por Juana para que le ayudara a aclarar la situación.

La encontró tendida en su enorme cama, envuelta en una cobija oscura. Repitió su nombre en tres ocasiones, pero la mujer no respondió. Una y dos veces movió su cuerpo, pero estaba rígido. No se notaba en ella respiración… cuando el cura observó gotas de sangre en el piso. Alarmado descubrió el cuerpo, sólo para quedar ambos mudos de espanto: en cada una de sus manos y pies se hallaban las mismas herraduras con los mismos clavos que había puesto a la mula el herrador; su espalda mostraba heridas de latigazos y la lengua estaba detenida con un freno. ¡Era la bestia de la noche anterior!

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Temor de Dios

Ambos se convencieron que todo esto era efecto de la Divina Justicia, y que los negros habían sido los demonios salidos del infierno. Dieron aviso a la Parroquia, y tres sacerdotes más acudieron como testigos a la escena. Decidieron cavar un hoyo en la misma casa para enterrar a la mujer, y una vez ejecutada la inhumación, guardar el más profundo secreto entre los presentes. Cuentan que ese mismo día, temblando de miedo y jurando cambiar de vida, nuestro protagonista huyó sin que nadie después volviera a tener noticia de su paradero.

A siglos de distancia, esta historia no deja de generar escalofríos entre la población. Aunque ¿no te parece injusto el haberla castigado a ella para hacerlo sufrir a él? ¿Qué opinas de esta leyenda?

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