PUERQUITOS DE PILONCILLO: Actualmente, un tesoro difícil de encontrar

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Seguramente has visto –y probado– estos puerquitos de tono café dorado, clásicos en las mesas de nuestros abuelitos cuando éramos niños.  Y ya sea que los identifiques con este nombre, o como “cerditos”, “chanchitos”, “cochinitos” o “marranitos”, lo cierto es que poseen un sabor característico que se disfruta muchísimo durante las tardes, acompañados de un café de olla. Qué recuerdos ¿verdad?

Hace algunos años, aún era común encontrarlos en las panaderías tradicionales, pero tristemente hoy en día hallarlos representa todo un reto; en los pueblos, quizás, tengas suerte y te topes con ellos en los puestos de panes de feria o afuera de algunas iglesias, donde venden los antojitos tradicionales más exquisitos, incluidos el pan de pulque y las campechanas, pancitos que se encuentran en las mismas circunstancias.

Como sea, estos cochinitos representan un dulce que despierta la nostalgia del México antiguo. Y ya que los estamos recordando ¿conoces su origen? Si no es así, quédate para averiguarlo. ¡Es súper interesante!

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Del ginger bread al chichimbré

Por si de casualidad no los has probado y sientes curiosidad, te contamos que los cerditos de piloncillo usualmente son catalogados como panes; sin embargo, su versión más crujiente y popular se asemeja más a una galleta. Tienen un sabor dulce y aroma tostado, que se intensifica cuando son cocinados en hornos de piedra, con ese olor a leña tan característico.

Se cree que provienen de la huasteca, y que son una adaptación mexicana del ginger bread inglés, elaborada durante la época colonial por las monjitas. En aquel entonces, ellas experimentaban combinando ingredientes locales con otros cuantos traídos de España… ya sabes, técnicamente así nació la mayor parte de la cocina mexicana. Entonces este pan era conocido como chichimbré, y sustituía el jengibre original con canela y piloncillo. ¡El resultado es una completa delicia!

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Por supuesto, dependiendo de la región donde se preparen, sus ingredientes habrán de variar. Por ejemplo, en Baja California son pequeños como galletas, mientras que en Chiapas incluyen manteca; cerditos al fin y al cabo. En la CDMX llevan una pizca de clavo, e incluso los adornan. Eso sí: todos se cocinan con piloncillo, el componente estrella.

¿Qué opinas acerca de esta tradición tan linda como deliciosa? ¿Los has probado o ya te antojamos con esta entrada al blog? Cuéntanos en la sección de comentarios si aún los encuentras en tu panadería de la esquina ¡estaremos gustosos de leerte!

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