CONDENADO POR EL DIABLO: La leyenda del Charro Negro

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Se cuenta en Jalisco que, con la caída del sol, las madres meten a sus hijos, las puertas de las casas se aseguran, los viajeros apresuran el paso mientras rezan… y hasta las gallinas trepan los árboles para dormirse. Nadie quiere encontrarse con el Charro Negro. Su alma en pena se aparece en las penumbras, por las calles de la ciudad, o en las zonas rurales de México, en busca de alguien que tome su lugar en el infierno. ¿Te suena familiar?

Esta aparición maligna recibe su nombre por la vestimenta oscura que porta con soberbia. El jinete lleva un elegante traje de charro color negro, con detalles finos en oro y plata, así como un sombrero de ala ancha. Se le puede ver montado sobre su caballo, del mismo tono azabache, cuyos ojos inyectados en sangre son bolas de fuego salidas del mismo infierno. ¡A jijo! Sí da miedo imaginarlo ¿no? A propósito del pasado 14 de septiembre, o Día del Charro en México, queremos contarte la leyenda más aterradora que existe en torno a esta figura.

¿Te atreves a conocerla?

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El origen de su maldición

Antes de ser un lacayo de Lucifer, este espectro fue un hombre común y corriente. Era el hijo de un matrimonio pobre quien, a pesar de todo, estaba lleno de codicia y gustaba de los lujos, como vestir de forma ostentosa con trajes demasiado caros para su posición económica. En ocasiones sacrificaba su comida con tal de tener el dinero suficiente para comprar sus ropas. Sin embargo, estaba harto de su pobreza y de andar todo el día con las manos llenas de tierra, con lo vanidoso que era. Cuando sus padres fallecieron, su situación sólo pudo empeorar; así, acorralado, tomó la decisión de invocar al Diablo para pedirle las riquezas que tanto añoraba.

Sin embargo, al momento en que tuvo a Satán en frente, éste le pidió entregar su alma a cambio. El hombre orgulloso no se amedrentó y aceptó el trato. A partir de entonces, el charro dedicó su vida entera a derrochar su fortuna en mujeres, apuestas y alcohol, olvidando en el proceso el intercambio que había hecho con Lucifer…

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El precio de la cobardía

El Maligno se le apareció una noche para avisarle que la hora estaba cerca. Cuando recordó que su alma terminaría en el infierno, el escalofrío que recorrió su espina dorsal fue tan espantoso, que comenzó a ocultarse. Mandó al personal de su hacienda a poner cruces por toda la propiedad, e incluso construyó una pequeña capilla. Pero el recuerdo persistente de su deuda no lo dejaba dormir ni disfrutar de los pocos meses que le quedaban de vida. En un arrebato producto del horror, tomó a su fiel caballo, una bolsa con monedas de oro, y emprendió la huida durante la noche para que nadie lo viera partir.

Pero al Diablo nada se le escapa, por lo que pronto se dio cuenta de que el Charro Negro estaba faltando a su palabra. Se le apareció a medio camino, ante los relinchidos del caballo, y le dijo: “Estaba esperando a que murieras para llevarte, pero como te ocultas cobardemente de mí, te vienes conmigo ahora mismo”. Sin darle siquiera tiempo de responder, el hombre vio con espanto cómo sus brazos se le secaban y su carne poco a poco desaparecía, hasta quedar el mero ajuar encima de los huesos. Como su bestia le era fiel, Lucifer pensó que debía ser maldita igual que él, y la condenó a acompañarlo en el infierno.

“Sin embargo –le dijo– de vez en cuando quiero que hagas algo por mí. Irás a cobrarle a mis deudores, y si haces bien tu trabajo, dejaré que el hombre que acepte esa bolsa con monedas de oro que traes en tus manos tome tu lugar”. Desde entonces, el Charro Negro fue condenado a sufrir inconcebibles tormentos en el infierno, y a rondar por tierras mexicanas sólo para reclamar el pago a quienes guardan deudas pendientes con Lucifer. Lleva la esperanza de que alguna noche, un ambicioso impulsado por la avaricia justo como él, tome su lugar y así, tanto su caballo como él, puedan descansar en paz.

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Las apariciones del Charro Negro

Si acaso te lo llegas a encontrar, cabalgando en busca de un alma incauta que llevar a sus dominios, deberás ser muy cuidadoso. Es muy amable, y puede engañarte. Si se ofrece a llevarte y aceptas, en cuanto trepes al lomo del animal, lo verás crecer al doble de su tamaño; arderá en inmensas llamas, estarás atrapado y la gente escuchará tus gritos. Será demasiado tarde para tu alma.

Sin embargo, nada malo puede decirse del Charro Negro si tú como viajero te limitas a permitir su compañía hacia tu destino. Si se acerca el amanecer, se despedirá cortésmente y se marchará, al igual que si el sendero dirige a las cercanías de una iglesia.

¿Qué opinas de esta leyenda? ¿Te la sabías completa? ¿Te gustaría platicar una madrugada con este señor elegante? Porque a nosotros sí. ¡Felices fiestas patrias!

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