Sobre Manuel Acuña, el poeta mexicano que se quitó la vida por amor

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¡Adiós por la vez última, amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores;

mi lira de poeta, mi juventud, adiós!

Manuel Acuña, “Nocturno a Rosario”, 1873

Cuenta una leyenda que los poetas tienen la piel de mariposa; ellos perciben el mundo de forma tan intensa, tan profunda, que experimentar la vida misma los agobia. En ocasiones, para bien o para mal, esto resulta ser verdad. Los artistas son personas sensibles, melancólicas… y un ejemplo destacado en la literatura mexicana es Manuel Acuña Narro, poeta cuya trágica historia recordamos en este Día del Escritor.

El amor y la muerte rigieron su vida, de ahí que su poema más famoso fuera el “Nocturno”, aquel texto tan dolido que escribió poco antes de suicidarse tomando cianuro de potasio, a los 24 años ¡tan joven! Este canto al amor imposible es uno de los más conocidos en México, por toda la polémica que desató debido a su peculiar dedicatoria: a Rosario De la Peña, figura distinguida entre los intelectuales de la época.

En realidad, no se sabe a ciencia cierta si el poeta lo escribió pensando en ella, y si acaso dicha pasión fue la que lo impulsó a acabar con su vida, pero dos cosas sí son ciertas: 1. fue escrito para una musa que nunca le correspondió, y 2. su historia es digna de ser contada a pesar del tiempo. Por eso ¡quédate para conocerla!

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Un artista por naturaleza

Manuel Acuña nació el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila. De forma temprana se desenvolvió en el ambiente romántico e intelectual de la segunda mitad del siglo XIX. Publicó poemas amorosos y satíricos en varios periódicos y revistas de la época, dejando un vasto legado de 80 poemas, una obra de teatro, 12 cartas y tres artículos.  Sin embargo, aun siendo tan joven y exitoso, Acuña vivía con el alma atormentada.

De acuerdo con una de sus cartas póstumas, la idea del suicidio rondaba su mente desde mucho tiempo atrás de perpetrarlo, pero el miedo a terminar en el infierno evitaba que lo consumara. En sus letras puede notarse su clara devoción por la muerte, así como un ánimo tan sombrío, de forma que su misma personalidad lo convertía en una bomba de tiempo.

Los eventos en su vida tampoco fueron muy afortunados. Debido a sus dificultades económicas, se veía obligado a habitar en la Escuela de Medicina. Antes de conocer a Rosario, sostuvo una relación con la poetisa Laura Méndez de Cuenca, con quien tuvo un hijo que vivió pocos meses. Debido a esto, incluso le propuso suicidarse juntos.

Al final, en su forma de quitarse la vida también hubo algo de drama, de romanticismo. Antes de ingerir el veneno, el escritor redactó seis cartas, entre ellas una a su madre y otra para el doctor Manuel Domínguez, donde pedía que su cuerpo no fuese mutilado en la necropsia, por lo que se detiene a describir la toxina que finalmente tomó.

Falleció el 6 de diciembre de 1873, hace 150 años, en la Ciudad de México. Sin embargo ¿por qué todos culparon a Rosario De la Peña por este triste evento?

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La musa que todos añoran

Rosario De la Peña y Llerena (1847 - 1924), sin haber sido escritora o poetisa, fue el centro alrededor del cual giraron los intelectuales, filósofos y escritores más brillantes de México durante el Romanticismo tardío del siglo XIX. De ella se sabe que nació en la Ciudad de México, y que era parte de la alta sociedad. Muchos la describen como una mujer bellísima, talentosa y carismática; tan encantadora que Ignacio Ramírez “El Nigromante” le regaló poemas, José Martí le dedicó cartas y apasionadas líricas, y Acuña… pudo ser que el joven autor se rindiera a un amor imposible, alimentado por cada encuentro en aquellas sublimes tertulias que compartían. Pero, aun si esto fuera cierto ¿fue el corazón roto lo que le impulsó a terminar con su vida?

Mucho se ha especulado al respecto. De la Peña y Llerena fue entrevistada por el escritor peruano Carlos Germán Amézaga, mucho tiempo después. En ella, mencionó que Acuña siempre la trató como una hermana, por lo que nunca sospechó que éste tuviese sentimientos ocultos por ella. Rosario simplemente lo admiraba y respetaba, pero su corazón, aseguró, siempre perteneció a otro.

Pudieron ser muchos, muchos factores más allá del mal de amores, pero lo cierto es que el nombre que siempre figurará alrededor de Acuña y su deceso es el de Rosario, impreso en el poema mexicano más apasionado y famoso del siglo XIX. ¿Tú qué piensas? ¿Ya leíste esta poesía clásica? ¿Conoces historias similares en la literatura de nuestro país? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios!

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