Sobre amores insurgentes: 3 chismes históricos de telenovela

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¡Iniciamos la semana mexicanísima! Y qué mejor manera de hacerlo, que con chismecito… aunque sea un poco añejo. Año con año, desde que somos pequeños y bailamos con trajes de charro o china poblana en miniatura, se nos habla acerca de los héroes independentistas. Vemos a Miguel Hidalgo, a Ignacio Allende, José María Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, Vicente Guerrero, en murales enormes, alzando su estandarte y luchando como figuras legendarias inalcanzables; tan acostumbrados estamos a ello, que olvidamos su parte humana. Ellos existieron, y tenían su corazoncito como cualquiera de nosotros. Es así como nos surge la duda… ¿tenían familia, quisieron a alguien? Son cuestiones que hoy nos permiten comprender a estos personajes y sus motivos para actuar como lo hicieron.

Sobre amores, se habla mucho acerca de la Güera Rodríguez y sus encuentros con Agustín de Iturbide –cofcof nosotros tenemos un blog al respecto cofcof–. Sin embargo ¿será que entre machetazos vino Cupido a encantar a otros insurgentes? Tómate un cafecito con nosotros, y siéntate en tu sillón más cómodo porque aquí te lo contamos.

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Ignacio Allende, galán entre galones  

Abrimos con el señorito más codiciado de la comarca; algo como un mirrey de finales del siglo XVIII ¿sí topas? A Nacho Allende le encantaba mostrar su valentía, así como sus dotes de extraordinario jinete en las corridas de toros que se celebraban año con año, durante las fiestas en honor a San Miguel Arcángel. Obviamente sabía lo que hacía, y por eso las nenas andaban loquitas por él. Era un soltero codiciado; su uniforme de Dragón de la Reina y esa nariz chueca provocada por una cogida de toro, lo hacían más interesante frente a las damas. Esto lo caracterizó de aventurero; tanto metió la pata –no, no es albur–, que antes de casarse –por largo tiempo fue prófugo del compromiso– ya había tenido varios hijos de distintas madres. Aunque, eso sí, nunca fue desobligado, pues tal parece que estuvo al pendiente de ellos, y jamás negó su paternidad, por lo que les otorgó su apellido.

Su primer chilpayate se llamó Indalecio, producto del amor con doña Antonia Herrera, a los 23 años. Al parecer ella fue la única afortunada a quien adoró con verdadera pasión, pues incluso tuvo genuinas intenciones de matrimonio. Sin embargo, su tío José María Unzaga, a quien Allende respetaba como a su propio padre, lo impidió. Así sus relaciones eran ocultas y perseguidas; cuando nació Indalecio estaban escondidos. Nunca abandonó a su hijo, y estuvo a su lado hasta que la muerte los separó.

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Quién lo viera.

En abril de 1802, cuando Ignacio Allende ya era considerado un solterón quedado de 33 años, se casó formal y cristianamente con María de la Luz Agustina de las Fuentes, una joven viuda que a los seis meses cruzó el arcoíris, quedando Ignacio Allende viudo y solito de nueva cuenta. No pasó mucho hasta que cierto rumor, que incluso hoy en día permanece, cayera sobre sus hombros; uno que ha desatado todo tipo de especulaciones y despertado el interés de historiadores, investigadores y novelistas: el amorío que pudo llegar a tener con Josefa Ortiz de Domínguez, la célebre Corregidora de Querétaro. Qué fuerte ¿no?

Se dice que Allende se apasionó tanto con esta señora, que hizo parecer que pretendía a una de las hijas de los Domínguez, cochino pretexto para tener libre acceso a la casa de don Miguel. Que al ser descubierto el movimiento, doña Josefa se las arregló para prevenirlo de la persecución de las autoridades. Una vez descubiertos, Pepa fue enclaustrada en el convento de Santa Catalina de Siena, donde tuvo una hija que fue declarada de madre desconocida, pero a quien el gobierno le asignó una pensión en 1868. Cuando falleció, fue sepultada a petición suya en la Iglesia de Santa Catalina, donde residía una hija de Ignacio Allende, casualmente de madre desconocida…

Por supuesto, todo esto es mera especulación.

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Leona y Andrés: nacidos para rebelarse juntos

Pues ¿qué te cuento? La pareja del año, fabulosos, su idilio creció con la misma intensidad que la conspiración por la Independencia. Los unía la mutua fascinación, pero también la coincidencia del pensamiento, por lo que se lanzaron juntos a la lucha. Leona Vicario formó parte de los insurgentes jugando un papel de espía, pues alertaba de las situaciones que ocurrían en la capital del virreinato. Perteneció al grupo de Los Guadalupes, y financió con su propia fortuna la insurgencia, enfrentándose a numerosos riesgos por apoyar la causa.

Fiera como su nombre, Leona rompió el compromiso matrimonial que tenía con Octaviano Obregón, diputado en las cortes en Cádiz, dispuesta a quedarse con Andrés Quintana Roo, un periodista intelectual –pero pobretón– que participaba activamente en el movimiento por la Independencia. Por lo mismo, al tío de Leona no le hacía gracia; así que, montada en su macho –como tu amiga que no se da cuenta–, se fugó con él. Juntos se la vivieron huyendo, en la cárcel, volviendo a la insurgencia, y a las mazmorras de nueva cuenta… pero nunca abandonándose. Además, tuvieron una hija y consiguieron casarse a pesar de las dificultades.

Vicario murió el 21 de agosto de 1842 a los 53 años de edad, por lo que Quintana Roo quedó devastado. La tristeza se apoderó de su vida, y la soledad fue su compañera desde entonces. Ya no hacen amores así ¿verdad?

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Todos queremos ser hijos de Miguel Hidalgo

Cerramos con broche de oro. Muchos sabemos ya que Miguel Hidalgo no era un sacerdote ortodoxo, que tenía más de una amante y por lo menos cinco hijos ¿verdad? Sin embargo, mucho de esto continúa en las penumbras, debido a todos los enredos de chismes que han existido a lo largo del tiempo. En primer lugar, se le atribuyen dos chilpayates: Mariano Lino y Agustina, con una mujer llamada Manuela Ramos Pichardo. Ella sí que existió y tuvo varios hijos, uno sí llamado Mariano Lino, que no usó el apellido Reyes, del hombre con quien se casó Manuela, sino Hidalgo y Costilla, como afirma una inscripción parroquial de su matrimonio. Vaya, que el de respaldo documental más contundente es este.

Después se habló de otra mujer, Josefa Quintana Castañón; de ella habría tenido dos hijas, Micaela y María Josefa, que vivieran en Dolores con las hermanas del cura. Sin embargo, no hay pruebas concluyentes. Una mujer más, María Manuela Herrera –al parecer le gustaban las Manuelas–, denunció en 1808 que ella vivía con el cura Hidalgo, manteniendo “ilícita amistad”. Cuando la Inquisición indagó, la mujer se esfumó.

De Bibiana Lucero se dijo que habría tenido un hijo del Migue llamado Joaquín… aunque se ha demostrado que nació en 1820, nueve años después del fusilamiento de Hidalgo. El rastreo documental muestra que este Joaquín Hidalgo sí fue hijo de un señor llamado Miguel Hidalgo Espinosa, oriundo de Puebla, pero, en algún momento del siglo XIX, corrió este rumor.

La lista es enorme, y no acabaríamos nunca; tanto así que en Dolores Hidalgo reside una familia que se dice orgullosa descendiente del cura.

¿Qué opinas de todo esto? ¿Qué historia es tu favorita? ¿Sobre qué otros personajes históricos quisieras que hablara el chismógrafo?

A propósito, puedes leer acerca del Pueblo Mágico de Dolores Hidalgo, o el chisme colonial del callejón Salsipuedes. ¡Da clic en los enlaces! 

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-guiño, guiño-



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