Xoloitzcuintle, mejor amigo de vivos y muertos

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En el siglo XVI, cuando los españoles arribaron a nuestro continente, quedaron fascinados ante el deslumbrante mundo por descubrir que presentaban tanto las culturas nativas y sus costumbres, como la naturaleza exuberante donde habitaban. Entre tanta rareza, descubrieron a una criatura que inicialmente pensaban se trataba de un caballo enano… hasta que de pronto ladró. Se trataba de nuestro apreciado xoloitzcuintle, el canino ancestral endémico de México y Centroamérica.

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Desde la época prehispánica, este perrito se convirtió en el favorito de dioses y humanos, ya que es inteligente, fiel y cariñoso, aun cuando posee un comportamiento territorial y vigilante. Durante la colonización, estuvo a punto de extinguirse al ser cazado para alimento. Sin embargo, gracias a su instinto han sabido sobrevivir más de siete mil años. Por supuesto, todo esto ya lo vimos en nuestra entrada sobre los tres perritos súper mexicanos ¡guau!

Lo que hoy nos interesa indagar es esa leyenda que describe al xoloitzcuintle como guía y mejor amigo de los muertos, aprovechando que estamos en vísperas de recibir a nuestros santos difuntos. ¿Te interesa saber en qué se relacionan ambos temas? ¡Léenos abajo!

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Érase una vez el día y la noche…

La palabra “xoloitzcuintle” guarda toda una historia tras de sí. Proviene del vocablo “xólotl”, que significa “monstruo” o “extraño”, y del término “itzcuintli” o “perro”. También se conoce como el “Perro de Xólotl” ¡el mismo que se convirtió en ajolote por miedo a ser sacrificado! Aunque esa es otra historia que puedes leer aquí.

En cambio, la primera mitología mexica cuenta que al inicio había dos hermanos gemelos y dioses, que encarnaban un rostro antagónico del planeta Venus en su tránsito frente al Sol. El primero de ellos era Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, quien representaba la vida, la luz y el conocimiento. Su opuesto era Xólotl, dios de la muerte, los espíritus y los gemelos o lo doble; señor de las estrellas vespertinas y protector del Inframundo. Se le asociaba íntimamente a la oscuridad, a lo monstruoso, lo desconocido y a la transformación. Como nahual de Quetzalcóatl y dios patrón de los brujos –lee aquí sobre los nahuales–, se le representaba como un hombre con cara de perro.

Mientras la serpiente emplumada anunciaba la llegada del Sol, Xólotl comunicaba su retiro y su entrada al inframundo, es decir, Xólotl era quien se encargaba de acompañar al sol en su recorrido por el reino de la muerte de la misma manera que el xoloitzcuintle conduce a los hombres por el Mictlán. Pero ¿de dónde salió este animalito?

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Xólotl.
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De carne y hueso

Cuenta la leyenda que, después de múltiples intentos por dar vida, los dioses se dieron cuenta que había que descender al Mictlán y obtener los huesos del Inframundo, pues éstos harían posible la creación de la humanidad. Algunas veces se omite a Xólotl y sólo Quetzalcóatl emprende el viaje; sin embargo, otras versiones afirman que el dios oscuro se ofreció para bajar al Inframundo, a pesar de que esto le traería fuertes repercusiones: transformarse en un perro, el xoloitzcuintle.

Una tercera historia narra que, sin temerle al majestuoso Mictlantecuhtli –el señor de la Muerte–, Xólotl consiguió que le entregara Los Huesos de la Vida, con los que más tarde pudo regresar al mundo de los vivos. Con dichos huesos, los dioses crearon al primer hombre y a la primera mujer. Y Xólotl, por su parte, habiéndose quedado con una astilla, ¡creó a través de ella al xoloitzcuintle! Cuando trató con él y descubrió lo especial que era su creación, el dios del ocaso se la otorgó al hombre como un regalo sagrado. Increíble ¿verdad?

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Entre el mundo de los vivos y los muertos

¡Ahora ya lo sabes! Este increíble perrito tenía, según los aztecas, poderes mágicos para proteger a los vivos y guiar a los difuntos al Inframundo. Debido a esto, las personas tenían perros que los cuidaban en vida y que, cuando morían, eran sacrificados para enterrarlos junto a sus dueños y así guiarlos en su último viaje a través del Mictlán.

Si alguien trataba mal a uno de estos perritos, jamás podría entrar al reino de los muertos y vagaría por la eternidad. De esta manera, ningún xoloitzcuintle lo guiaría ni el dios Xólotl lo recibiría en el Inframundo. Además, la tradición mexica afirma que el xolo debía ser completamente negro; si presentaba manchas en su cuerpo, significaba que ya había servido al alma de otro difunto.

Los mexicas consideraban sagrado al xoloitzcuintle, al grado de adorarlo en muchas de sus representaciones esculturales y pictográficas. ¡Pero cómo no quererlos! Siendo tan tiernos y nobles. Incluso, ahora ya lo sabes: si deseas trascender después de muerto y no quedarte como alma en pena aquí, no trates mal a los xolos. De hecho, a ningún animal, o te llevará San Plátano.

¿Qué opinas de esta leyenda? ¿No te dan ganas de abrazar de pronto a tu chucho? ¡Cuéntanos en los comentarios!

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