Un pirata en la friendzone: la apasionante leyenda de Isla Mujeres

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¿Quién dice que los piratas, por más rudos y despiadados que sean, no sufren –o incluso mueren– a causa de amor? Tal es el triste caso de Fermín Mundaca, personaje icónico de Isla Mujeres, Quintana Roo. Su historia, digna de novela lacrimógena del siglo XIX, permanece sobre la arena, bajo el agua, inmersa en la tradición oral de este Pueblo Mágico. Su cementerio municipal aloja la tumba vacía del marinero caído en desgracia por un corazón partido –sí, como el Alejandro–; la Hacienda Vista Alegre, construida por él, funge como vestigio vivo de lo ocurrido: Que Mundaca, un hombre cincuentón, murió de tristeza tras el rechazo ¡de una niña de 14 años!

Cuando el pirata dominaba mar y tierra

Su nombre era Fermín Antonio Mundaca y Marecheaga, venía de la provincia de Vizcaya, España. Arribó en las costas de Isla Mujeres hacia 1856, y los lugareños lo describían como un hombre alto, corpulento y malencarado, siempre imponente, con aires de superioridad. Y es que motivos no le faltaban. Algunos cuentan que desde entonces era ya un renombrado Piloto de la Mar y Arquitecto amparado bajo el cargo de Agente Comercial de Cuba en Isla Mujeres, sin embargo, esto incluía fechorías como tráfico de esclavos y contrabando. Ya que estaba involucrado en este tipo de negocios maltrechos, fue que recibió el título de “pirata”, incluso si en realidad no lo era.  

Lo que sí resultaba demasiado evidente, era la maravillosa riqueza que acumuló con los años, por lo que a sus 30 ya era un señorón con dinero suficiente para darse varios lujos. Le gustaba construir nuevas residencias a donde se mudaba a su antojo. Pero aún con todo esto, los lugareños mencionan que, si el pirata Mundaca andaba rabioso a menudo, se debía a que cargaba con un pasado negro, un crimen inconfesable que se llevó a la tumba… por lo que nunca lo sabremos. Esto hasta que conoció a la musa que inspiraría la edificación de su máxima joya: la hacienda Vista Alegre.

El traficante triste se había enamorado. Y no, no es la novela de las 7.

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La Trigueña: niña dorada, niña de ensueño

Mundaca tenía todo y nada; contaba con un futuro asegurado, fortuna para envejecer tranquilo; pero adquirió ilusión cuando se topó con una hermosa chica de la isla que era conocida como La Trigueña. Se trataba de una chiquilla de piel bronceada natural, ojos verdes y cabello oscuro, largo; contaba 14, era al menos 40 años más joven que Fermín, pero esto no impidió que él se enamorara locamente de ella.

Decidido a conquistarla, intentó de todo: regalos carísimos, sonatas, cartas, joyas y si hubiera podido darle cualquier estrella que ella deseara, seguro que se la entregaba. Parece el sugar daddy perfecto ¿verdad? No obstante, nada de esto sirvió, pues la niña de piel dorada continuaba agradeciéndole con una sonrisa amable, casi incómoda, para acto seguido rechazarlo. Cansado de tantos bateos, el pirata Mundaca decidió construirle un paraíso en forma de hacienda, al que llamó Vista Alegre. De alguna forma, aún guardaba la esperanza de ganarse su corazón con un detalle tan vasto y ostentoso, por lo que puso todo el anhelo, amor y desesperación de su alma en esta edificación.

Vista Alegre abarcaba cerca del 40% de toda la isla, caracterizada por detalles arquitectónicos únicos. Era muy colorida, pues en su interior alojaba enormes plantíos de frutas y verduras, varias zonas de crianza de animales, así como decenas de jardines llenos de flores y plantas exóticas traídas de la India. Construyó hermosos arcos, consiguió un arte arquitectónico que no existía en México… y aún así, le fue imposible lograr que La Trigueña lo aceptara como su esposo, incluso si la muchacha habitaba en una choza de paja. ¿Puedes creerlo? Ella, en cambio, se casó con un lugareño de su edad, con quien envejeció hasta su muerte.

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Y entonces murió de amor

Dicen que partió a Mérida y que allí murió solo; otros afirman que debido a la pena perdió su cordura; que no cayó contagiado de cólera, sino a causa de tanto amor, una obsesión imposible de soportar. En el panteón se aprecia una lápida con una calavera tallada –para memorar sus días de contrabando y piratería –, que él mismo construyó ansioso de que se lo tragara la tierra. Ésta es visitada por cientos de personas al año, quienes leen la frase “como tú eres, yo fui” y del otro costado “como soy, luego serás”, en alusión a las edades de Mundaca y de la niña. De igual forma, lucía como un amor imposible ¿verdad?

Por otra parte, la hacienda Vista Alegre sigue en pie, y es posible visitarla. Es el espacio ideal para caminar, disfrutar de los jardines que la rodean, acudir a su museo fotográfico y tomarse fotos en el arco de la entrada, donde perdura la leyenda: “la entrada de La Trigueña”, a pesar de que ella nunca lo cruzó. ¿Tú qué piensas? Mundaca era un pirata muy intenso ¿o no?

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