LA CLÁSICA Y HERMOSA LEYENDA DE LOS VOLCANES

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¿Te sabes la leyenda de los volcanes? Seguro la escuchaste en la escuela, pues es una de las más representativas de nuestro país. Sin embargo, por si ya se te olvidó, o por si deseas volver a leerla, te la contamos otra vez aquí. Además, se aproxima el 14 de febrero y el amor está en el aire, ¡es la oportunidad perfecta para recordarla!

Resulta que los montes que rodean al Valle de México, llamados Popocatépetl e Iztaccíhuatl, son icónicos por su forma, pues asemeja una pareja de enamorados. Ubicados en los límites de la Ciudad de México y Puebla, la pareja de volcanes está unida por la parte norte, mediante un paso montañoso conocido como Paso de Cortés. Además, ¡son los más altos de México después del Pico de Orizaba! Entonces, no es de extrañarse que la imaginación humana creara una leyenda tan bonita en torno a ellos. Dice así:

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Entre el amor y la guerra

Hace miles de años, el Imperio Mexica se encontraba en su esplendor y dominaba el Valle de México. Esto en parte era posible debido a que sometían a los pueblos vecinos, requiriéndoles un tributo obligatorio. Fue entonces cuando el cacique de los Tlaxcaltecas, cansado de esta terrible opresión, decidió luchar por la libertad de su pueblo y los conflictos bélicos iniciaron.

El cacique tenía una hija llamada Iztaccíhuatl, que era la princesa más hermosa. Ella estaba enamorada del joven Popocatépetl, uno de los guerreros más apuestos y nobles de su pueblo. Lo mejor de todo, era que sus sentimientos eran correspondidos con creces. Antes de partir a la guerra, Popocatépetl decidió pedirle al mandatario la mano de Iztaccíhuatl. El padre accedió gustoso, y prometió recibirlo con una gran celebración si volvía victorioso, sano y salvo de la batalla.

Los ejércitos enemigos atacaron; el cacique reunió a sus guerreros y confió a Popocatépetl la misión de dirigirlos en los combates. El valiente joven aceptó, se preparó para partir, y guardó en su corazón la promesa de que regresaría para consumar su amor con la princesa.

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Como Romeo y Julieta

Mientras Iztaccíhuatl esperaba impaciente a su amado, sucedió que un rival de Popocatépetl engañó a la joven. Como estaba celoso del amor que ambos se profesaban, le dijo a Iztaccíhuatl que su prometido había muerto durante el combate. Ante tal noticia, fue tanto el dolor de la princesa, que lloró amargamente por muchos días, dejó de comer, y finalmente cayó en un sueño profundo, del que nadie pudo despertarla.

Tiempo después, Popocatépetl regresó victorioso a su pueblo, con la esperanza de ver a su amada y feliz de casarse con ella; pero recibió el terrible anuncio sobre su fallecimiento. Entristecido con la noticia, vagó por las calles durante varios días y noches, hasta que decidió hacer algo para honrar su amor, y que el recuerdo de la princesa permaneciera en la memoria de los pueblos.

Mandó construir una gran tumba ante el sol, amontonando 10 cerros para formar una montaña gigantesca. Tomó entre sus brazos el cuerpo de Iztaccíhuatl, lo llevó a la cima y lo recostó sobre la tumba. El joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar así su sueño eterno. Con el tiempo, la nieve cubrió ambos cuerpos hasta que se formaron dos montañas una junto a la otra, que son los dos volcanes conocidos por nosotros. Los amantes permanecerán así, unidos, hasta el final del mundo. ¿Verdad que es una idea sublime?

Se dice que cuando Popocatépetl se acuerda de Iztaccíhuatl, tiembla y su antorcha vuelve a encenderse, por eso, este volcán continúa arrojando fumarolas de humo.

¿Recordabas esta leyenda? ¿Te sabes otra de sus versiones? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios!

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