Del cerezo a la jacaranda: una historia de amistad entre Japón y México

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La cultura japonesa es un tema aparte, debido a toda su inmensa belleza e historia. A propósito, seguramente conoces la flor de cerezo o sakura, uno de sus más grandes emblemas, que a lo largo del tiempo ha representado una fuente de inspiración inagotablemente versátil para el pueblo del sol naciente: películas, ilustraciones, música, moda, gastronomía, entre muchos productos más. De alguna forma u otra, debes haber visto aquel precioso árbol de flores que parecen nubes rosas ¿verdad?

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Usualmente, entre las últimas semanas de marzo y las primeras de abril, los cerezos florecen a lo largo del archipiélago japonés para el disfrute de habitantes y extranjeros, quienes salen a pasear con el único fin de admirar los árboles en flor. Por desgracia, esta maravilla persiste tan sólo un par de semanas, por lo que su presencia se torna aún más preciada y anhelada.

Tú te preguntarás: ¿qué tiene todo esto que ver con México? Bueno, si te das cuenta, en nuestro país ocurre algo similar, pero en nuestro caso el color que abunda es el morado de las jacarandas. Igualmente, contemplarlo es una experiencia hermosa… un auténtico regalo de amistad entre el pueblo nipón y el mexicano. ¡Sí! Tal como lo lees, las jacarandas fueron traídas por un japonés, pero ¿por qué éstas y no un cerezo? ¿Cuándo ocurrió? ¡Te lo contamos a continuación!

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Un proyecto inconcluso

Todo comienza en 1912, cuando Yukio Ozaki, el alcalde de la ciudad de Tokio, obsequió a Estados Unidos cerca de tres mil árboles de sakura que se plantaron en la capital del país. Tras unos años, a inicios de primavera, la ciudad de Washington se inundaba de rosa con los millones de cerezos en flor que ya habían crecido.

Entonces, Pascual Ortiz Rubio, durante su estancia como presidente de México (1930-1932), solicitó al gobierno japonés una donación de árboles con la intención de colocarlos en las avenidas principales de la Ciudad de México como un símbolo de amistad entre ambas naciones. A ellos les pareció buena idea, por lo que el Ministerio del Exterior de Japón le pidió a un emigrante que ya tenía décadas de residir en México, que determinara si era factible adaptar la flor a las condiciones de la ciudad.

Para nuestra mala suerte, Tatsugoro Matsumoto, como se llamaba el experto, explicó a ambos gobiernos que la floración del cerezo era poco probable. Con su amplia experiencia en creación y diseño de jardines, dijo que la sakura requería de un cambio mucho más brusco de temperatura entre el invierno y la primavera, que la Ciudad de México no experimentaba. De este modo, el proyecto quedó inconcluso por un tiempo.

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Nieto de Tatsugoro Matsumoto con una estatua de su abuelo. Foto de Jonás Cortés.

No será rosa, sino morado

Tatsugoro Matsumoto continuó trabajando, siendo uno de sus proyectos más importantes el diseño y cuidado de los jardines residenciales de la Colonia Roma. La elegancia y belleza de su trabajo le trajo gran reconocimiento; tanto así, que el presidente Porfirio Díaz lo invitó a hacerse cargo de los arreglos florales del Castillo de Chapultepec, así como del bosque que lo rodea.

Tiempo después, profesando un fuerte cariño por nuestro país, Matsumoto recordó que alguna vez el gobierno mexicano había querido plantar sus propios árboles de cerezo. Entonces investigó y se acercó al gobierno de Álvaro Obregón para sugerirle colocar en las avenidas principales de la Ciudad de México árboles de jacaranda; similares, y completamente compatibles con las tierras mexicanas ¡y así se hizo!

Matsumoto trajo desde Brasil estos árboles, y los reprodujo en sus viveros con la esperanza de cumplir aquella vieja promesa a nombre de su nación. El árbol de jacaranda se reprodujo tanto, que en México comenzó a considerarse como flor nativa. Es una historia muy bonita ¿verdad?

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Japón, amigo de México

Este capítulo histórico es sólo una pequeña muestra de los más de 400 años de relaciones diplomáticas entre Japón y México. Se dice que el primer acercamiento entre ambas naciones ocurrió gracias al samurái Hasekura Tsunenaga, quien supo entablar lazos con la Corona Española y los dominios de la Nueva España, ofreciendo intercambios culturales y diplomáticos.

Como resultado, Japón fue el primer país de Asía en hacerse compa de México. ¿Tú qué opinas? ¿Conocías esta anécdota? ¿Te hubiera gustado tener cerezos en nuestras calles o prefieres la jacaranda? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios!

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