AHUÍZOTL: El monstruo enviado por Tláloc para ahogar gente

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Cuenta la leyenda que, caída la noche, en el lago que rodeaba a la gran Tenochtitlan, ocurrían eventos terribles entre los pescadores: en cuanto amanecía, hombres y mujeres aparecían ahogados o parcialmente devorados en el agua… si es que quedaba algún rastro de ellos, y su destino no había sido desvanecerse para siempre en las profundidades del lago. Qué fuerte ¿no?

La gente atemorizada contaba que estos asesinatos se debían a un animal de otro mundo, enviado por Tláloc. Se llamaba Ahuízotl, y era tan listo que lloraba como un bebé para atraer a sus víctimas, en su mayoría buenas personas, pues al escucharlo se preocupaban por el supuesto niño y corrían en su ayuda. Sin embargo, lo que les esperaba era el ataque de este ente, así como una muerte violenta en el agua. La historia fue recogida por Fray Bernardino de Sahagún, y ha llegado hasta nosotros a través de sus escritos. ¿Te interesa conocer más al respecto? ¡Te lo contamos abajo!

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La descripción de un monstruo

La palabra “Ahuízotl” ha sido traducida como “perro” o “espinoso de agua”; esto por la forma en que los antiguos describían su aspecto. Imagina: era una especie de coyote con orejas puntiagudas, pelaje gris, resbaladizo, duro y afilado; tanto así, que cuando emergía del agua parecía tener púas. Sus patas asemejaban a las de un mono, pero su característica más importante era su larga cola, que terminaba en la punta con una mano humana. Sí, con ella era que atrapaba a los desafortunados.

Ya que vivía en lo más profundo de los manantiales, lagos y ríos, contaba con la libertad de desplazarse entre unos y otros, pues además servía a las divinidades acuáticas. Cuando rondaba por las orillas, el agua se enturbiaba, se levantaban olas y espuma.

Esta criatura era despiadada con sus presas. Sentía un profundo deleite por comer las partes más crujientes de los cuerpos: dientes, cráneo, huesos, uñas de pies y manos. Además, los ojos le gustaban mucho, pues varios pescadores habían sido hallados sin ellos. Quizás, el Ahuízotl deseaba que sus víctimas cruzaran ciegas los caminos hacia el Inframundo…

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Audre ‘Charamath’ Schutte
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Raíces divinas

Llorar como un niño no era su única forma de cazar. Otras veces, por ejemplo, ordenaba a peces y ranas brincar cerca de alguna persona que pescaba cerca. La codicia lo llevaba a intentar atraparlos, pero al asomarse y acercarse al agua, la bestia salía. Como podrás ver, Ahuízotl era una criatura tan macabra como inteligente.

La leyenda menciona que el monstruo escogía a sus víctimas por dos razones: o bien porque la persona era muy buena y deseaba llevarla con los dioses, o porque portaba piedras preciosas en su atuendo, lo que enojaba a las divinidades, pues creían que los hombres no eran dignos de usar este tipo de riquezas.

Ahuízotl no sólo asesinaba por hambre o por su misma naturaleza depredadora, sino que obedecía a los mandatos de Tláloc. Por ello, las víctimas que eran halladas flotando en las orillas recibían un entierro dedicado a este dios. De hecho, se creía que sus almas partían a descansar en el Tlalocan, la maravillosa morada de Tláloc y sus sirvientes, ¡y qué honor! Por su carácter semidivino, los mexicas consideraban que morir a manos de Ahuízotl era algo sagrado, a pesar del gran horror que se experimentaba en los últimos instantes de vida.

¿Tú qué piensas? ¿Te hubiera gustado encontrar a esta criatura?

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Una verdadera leyenda

Al día de hoy, ha sido imposible determinar el origen de la leyenda del Ahuízotl, o si en verdad llegó a existir un animal semejante. Sin embargo, su figura vive en los códices y en las historias narradas por los abuelitos mexicanos. ¿Habías escuchado hablar antes al respecto? ¿Conoces otros detalles? ¡Cuéntanos en los comentarios!

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