Si eres de Guadalajara, Jalisco, muy probablemente te sabes estas dos famosas leyendas en torno al Panteón de Belén; pero si no es así, procura leerlas con la luz encendida, pues son bastante inquietantes.
Verás, este sitio es considerado Tesoro Arquitectónico Nacional gracias a sus tumbas bien conservadas del siglo XIX, tanto que hoy en día se encuentra protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Bien sabemos que las ficciones góticas y de terror más famosas datan de aquella época, por lo que no es de extrañar que un montón de leyendas tenebrosas hayan aparecido tras la inauguración del panteón en 1848. De hecho, fue mandado a construir debido a una pandemia que generó muchas muertes, por lo que continuar enterrando gente en las iglesias se hizo imposible, por una cuestión de salubridad.
Desde entonces, el Panteón de Belén se presenta como un lugar que resguarda muchísimos secretos ¿te atreves a descubrirlos?
Cuenta la leyenda que uno de los árboles que reposan cerca de una esquina en el panteón, es la tumba de un vampiro que aterró a la sociedad tapatía a mediados del siglo XIX. Sus ramas casi negras, extendidas hacia el cielo, resguardan un mal latente que podría ser liberado en cualquier momento.
Resulta que, a finales del siglo XVIII, en la época colonial, un hombre rico llegó de Europa a la ciudad de Guadalajara. Su nombre era Don Jorge, Conde de Baldón, y se distinguía del resto por andar siempre bien vestido –a menudo de negro–, así como por haber comprado una costosa hacienda. Aunque era muy educado con todos, los habitantes del pueblo desconfiaban de él; su personalidad misteriosa, su manía de pasear solitario por las noches, fueron cosa pequeña a comparación de los extraños sucesos que comenzaron a suscitarse desde su llegada.
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Al amanecer, los habitantes de la vieja Guadalajara notaban animales muertos, como vacas y chivas, tirados en las barrancas de un barrio llamado "El Carrizal". Los cuerpos estaban sin una sola gota de sangre, y presentaban raras huellas de mordeduras en el cuello, aunque sin signos de violencia. Tiempo después, cadáveres de niños y doncellas también comenzaron a aparecer en los alrededores, exactamente de la misma forma. Estos sucesos terroríficos avivaron la psicosis colectiva, por lo que nadie salía tras ocultarse el sol. Sin embargo, con el tiempo los habitantes de Guadalajara se cansaron, y se organizaron para dar caza al asesino que, según ellos, se trataba de un vampiro.
Una noche, los gritos de una joven atrajeron a los pobladores, quienes encontraron a Don Jorge prensado al cuello de su víctima. Una turba iracunda lo atacó; lo arrastraron al Panteón de Belén, y con machete en mano cortaron un trozo de un árbol que afilaron, y emplearon como estaca para clavarla en su corazón. Una vez muerto el vampiro, lo pusieron en un ataúd y lo enterraron.
Se dice que de la estaca en su pecho creció el árbol que ahora se encuentra en el lugar, y cuyas raíces abrazan la tumba del monstruo. Recuerda que, según las leyendas, cuando se quita la estaca del corazón de estas criaturas, pueden volver a la vida. Cuando el árbol caiga, el vampiro despertará de su sueño y vendrá muy, muy hambriento; de sangre o de venganza.
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Esta es la leyenda más emblemática del lugar, pues gira en torno a una de las tumbas más visitadas de México; se trata de la tumba de Ignacio Torres Altamirano, conocido como Nachito. Su muerte aconteció el 24 de mayo de 1882, a causa de una terrible fobia a la oscuridad. Desde muy pequeño, el niño sufría este padecimiento, por lo que sus padres ponían lámparas en su recámara durante la noche, para iluminarla y que pudiera dormir tranquilamente. Sin embargo, en una ocasión, las llamas de estas lámparas se apagaron con el viento, y Nachito sufrió un infarto fulminante. Su mamá lo encontró al día siguiente ya muerto en su cama.
Sus padres lo enterraron en el Panteón de Belén, pero al día siguiente, el sepulturero encontró el ataúd afuera de la tumba. Se le volvió a enterrar, pero una vez más, al día siguiente la tumba apareció fuera. Varios días seguidos ocurrió esta anomalía, hasta que se les avisó a los padres del niño. La gente decía que Nachito padecía el mal del diablo, o que la tierra no lo quería y por eso “lo escupía”. Sin embargo, sus padres intuyeron que se debía a su eterna fobia, que incluso después de la muerte lo acechaba.
Desde entonces se decidió sacar la tumba y construir una encima de ésta. Hoy en día, podrás ver que está hecha de piedra y que tiene unas aberturas a los lados para que entre la luz. En las esquinas de la tumba decidieron poner cuatro obeliscos para colocar antorchas e iluminarla durante la noche. La gente suele llevar juguetes para Nachito, pues dicen que si le regalas un juguete te protegerá. Sin embargo, si tomas alguna de estas ofrendas, la leyenda dice que el niño se molestará y cosas raras podrían ocurrirte…
¿Qué opinas? ¿Te gustaría visitar este sitio? ¿Conoces más leyendas al respecto? ¡Te leemos en comentarios!
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