LAS PLUMAS DEL QUETZAL: una preciosa leyenda maya

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Sin duda, las leyendas prehispánicas están llenas de belleza y sabiduría, por lo que continúan vigentes hasta la actualidad. Ya sea que hablen acerca de los dioses, del origen del mundo, las plantas o los animales, vale la pena narrarlas. En esta ocasión, te contamos una historia sobre los quetzales y por qué su plumaje es tan verde, así como su cola tan larga. ¿Te lo habías preguntado antes?

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El problema del quetzal

Cuando el dios Itzamná creó el mayab, éste era habitado por las plantas más increíbles, los frutos más deliciosos y múltiples animales, quienes disfrutaban de la selva. Entre ellos se encontraban los quetzales, que entonces no eran como se les conoce hoy. En cambio, lucían pequeños, de plumaje pardo y corto; esto los volvía presas fáciles para depredadores como el puma y los jabalíes, pues no podían elevarse lejos de su alcance ni camuflarse entre las plantas del mayab.

Una mañana, cansados de la situación, se organizaron para hablar con los dioses y explicarles su situación. Deseaban poder volar alto, para así colocar sus nidos en las alturas sin que los devorasen; además, pedían ser de un color que les ayudase a perderse entre el follaje. Los dioses consideraron que su reclamo era justo. Sin embargo, debían ganarse los dones que solicitaban, para poder apreciarlos y no perder la humildad.

Entonces las deidades respondieron que ellos mismos debían encontrar la solución a sus problemas en los alimentos que consumían. Con esta pista, se lanzaron en su búsqueda.

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Aguacate: el fruto de la perseverancia

Los quetzales comenzaron a comer frutos que no formaban parte de su dieta habitual, como el zapote o la pitahaya; aunque, si bien eran deliciosos, no notaban cambios. Hasta que, escondiéndose entre los arbustos, hallaron unas moras cuyo sabor les encantó; de hecho, comieron tanto, que las plumas de su pecho comenzaron a cambiar de color. ¡Eran de un rojo radiante! Motivados por este descubrimiento, se dedicaron a buscar un fruto cuya pulpa fuera verde.

Una tarde, al pie de un árbol encontraron bolitas cafés y algo que parecía ser verde. Tras llamar a los demás, notaron que el color negro del aguacate sólo pertenecía a su cáscara, pues la pulpa era del tono que tanto anhelaban. Encantados, comieron y comieron, hasta que uno de ellos, fortalecido, sintió el impulso de emprender el vuelo. Sus alas se habían vuelto más grandes y fuertes como plantas; por lo que siguieron al primer quetzal, y volaron hasta llegar a los dioses. Éstos, orgullosos de su perseverancia, les otorgaron algunas plumas largas para su cola, de ahí que hoy en día sean aves tan majestuosas.

¿Conocías esta leyenda? ¿Te gustó? ¡Cuéntanos en la sección de comentarios!

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