El delicioso pan de muerto y su extraño origen

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¡Ah! ¿Notas ese aroma en el aire? Como que, en cuanto entra octubre –e incluso desde antes– las calles comienzan a oler a incienso, a cempasúchil, a… delicioso pan de muerto recién salido del horno. Con sólo imaginarlo en todas sus presentaciones se nos hace agua la boca ¿cierto? Y más si lo acompañamos de chocolatito caliente. ¡Es más! Podría considerarse uno de los principales motivos de por qué los mexicanos disfrutamos tanto estas fechas.

Pero, mientras le das una ambiciosa mordida a tu pan ¿de casualidad te has puesto a pensar de dónde surge esta receta tradicional? ¿Cuál es su historia? ¿Te importan acaso sus sentimientos? No ¿verdad? Bueno, como sólo piensas en ti mismo, hoy queremos hablar sobre el pan de muerto y su corazoncito… porque sí, todo él es un corazón arrancado del pecho de una doncella… o algo así. No nos malinterpretes, te lo explicamos abajo.

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Versión 1: pan de mariposa

Las ofrendas que preparamos cada octubre para la llegada de nuestros difuntos, hallan su origen en las culturas prehispánicas; por ejemplo, una de ellas estaba dedicada a la diosa Cihuapipiltin, así como a las mujeres que morían en su primer parto, pues se creía que rondaban por el aire causando enfermedades entre los niños, de ahí que les dejaban regalos en el templo.

Estas ofrendas consistían en "panes" de diversas figuras, como rayos –xonicuille– o el llamado "papalotlaxcalli", “pan de mariposa”, que era exclusivo de esta ceremonia. Era una especie de tortilla a la que se le imprimía un sello en forma de mariposa, cuando la masa aún se encontraba cruda. Otras personas ofrecían tamales “xucuientlamatzoalli” y pan ázimo o “izquitil”, un maíz tostado; aunque casi todos los regalos se elaboraban con amaranto, porque lo consideraban un alimento especial. Se cree que este pan de mariposa pudo ser el origen de nuestro pan de muerto.

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Versión 2: corazón sangrante

Otros mencionan que en realidad se debe a que, por allá de 1519, las civilizaciones mesoamericanas realizaban un ritual que consistía en ofrecer una princesa a los dioses. Entonces su corazón aun latiendo se introducía a una olla con amaranto, y después quien encabezaba el rito lo mordía en señal de agradecimiento. Además, se sabe que en Mesoamérica se preparaba un pan de amaranto molido que, después de mezclarse con la sangre de los sacrificios, se ofrecía a los dioses.

En conclusión, cuando llegaron los españoles, consideraron tan violenta esta práctica que sugirieron se preparara un pan de trigo cubierto con azúcar roja, que simulaba el corazón de las doncellas sin que tuvieran que morir en el proceso. Y, bueno, así surgiría el pan de muerto.

Ambas versiones son súper interesantes ¿no crees?

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Anatomía del pan de muerto

Verás, la forma circular que posee este famoso pan simboliza el ciclo de la vida y la muerte. En su parte superior, en el centro, surge un montículo que representa el cráneo del difunto; las cuatro canelillas aluden a los huesos y a las lágrimas derramadas por los que ya no están. Colocadas en forma de cruz, pueden simbolizar los cuatro puntos cardinales consagrados a los distintos dioses, llámense Quetzalcóatl, Tláloc, Xipe Tútec y Tezcatlipoca. Además, en algunos casos, se agrega esencia de azahar, que evoca el recuerdo de los difuntos.

Dependiendo de la región ¡hay un montón de variedades!

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El dulce sabor de la muerte

Sin duda, el pan de muerto es un reflejo de la fusión entre dos mundos; se balancea entre la alegría de los pueblos mexicanos por festejar a la muerte, y el tradicional uso del trigo en el mundo católico europeo. De hecho, desde 2003 la Unesco declaró el Día de Muertos –y todo lo que conlleva– como Patrimonio de la Humanidad ¡y no es para menos! Pues se trata de una celebración por la vida misma, por reír con ganas porque nada es eterno y hay que gozarlo mientras dure.

Ahora que ya te has informado sobre una pequeña parte de nuestros orígenes, es momento de prepararte para disfrutar plenamente del próximo Día de Muertos. ¿Ya fuiste por tu pancito?

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Mira, hasta en forma de michi hay.
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