TODOS SOMOS CALAVERAS: el arte inquietante de José Guadalupe Posada

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¿Conoces esta imagen? Seguro que sí. Usualmente, desde que somos pequeños, la observamos entre los adornos del salón de clases y, cuando preguntamos quién es, nos la presentan como “La Catrina”. Sin embargo ¿tienes idea de quién fue su autor y qué simbolizaba realmente?

El artista se llamaba José Guadalupe Posada, era originario de Aguascalientes, y trabajó como grabador, ilustrador y caricaturista; aunque, tristemente, vivió y murió casi en el anonimato, siendo reconocido sólo años después.

Su aportación al arte, así como a la iconografía mexicana en el mundo, va mucho más allá de su famosísima “Garbancera” –cuyo nombre original nunca fue Catrina, por cierto–. Sus otras obras, tal vez no tan conocidas, provocan fascinación en sus espectadores, al mismo tiempo que pueden llegar a ser percibidas como oscuras e inquietantes. Después de todo, el trabajo de Posada estaba dedicado a las clases desprotegidas de la época revolucionaria, por lo que, en medio de una lucha social tan encarnizada como aquella, los montones de calaveras representaban su realidad inmediata ¿no crees?

Su historia es súper interesante y, si quieres conocerla, te invitamos a continuar leyendo.

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Posada y sus calacas, desde la trinchera

Desde que José Guadalupe Posada Aguilar (1852-1913) cumplió los 19 años, y hasta su muerte a los 61, se desempeñó en múltiples imprentas, por lo que su vasta obra aún no ha sido inventariada por completo. Sabemos que consta de miles de hojas volantes, provenientes del trabajo que realizó en 70 periódicos, de las ilustraciones para los 110 libritos de la Biblioteca del Niño Mexicano –impresa en 1900 en Barcelona– y de otra docena de libros más.

De Posada como ser humano sólo conocemos dos fotografías, pero ningún autorretrato. De su vida personal tampoco se sabe gran cosa. Sin embargo, lo que sí nos queda muy claro son las formas y temáticas de su arte. Desde su perspectiva, todos los mexicanos éramos calaveras; desde gatos y changos, hasta Don Porfirio y Zapata, pasando por rancheros, catrines, obreros, campesinos y hasta los gachupines. Con ellas representaba la cotidianidad mexicana, la parodiaba y de paso ridiculizaba la cultura burguesa de la época.

El concepto de la muerte, tan tabú para otras naciones, era mostrado con una importante carga política en los periódicos llamados “de combate”, que llegaba a manos de campesinos y trabajadores en especial. Vamos, que sus caricaturas eran su fusil.

¿Quién dice que una imagen o un cúmulo de palabras no pueden ser poderosas?

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Padre de La Garbancera

Su última hija fue La Garbancera de 1913, obra póstuma y también la más icónica. Qué ironía ¿no crees? Esa palabra es con la que se conocía entonces a las personas que vendían garbanza; se decía que, teniendo sangre indígena, pretendían ser europeos –sobre todo franceses, súper de moda durante el Porfiriato–, renegando de su propia raza, herencia y cultura. Más adelante, Diego Rivera rebautizó a la “La Calavera Garbancera” como “La Catrina”.

Los “catrines” eran hombres elegantes y bien vestidos, que iban acompañados de damas con las mismas características. Este estilo representaba una imagen clásica de la aristocracia de fines del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, creemos que va más allá de eso. Bien comentaba Octavio Paz que es una imagen poética; plumas, seda y huesos… ¿no te parece una dama hermosa?

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La ironía de la muerte

Su muerte pareció no importar a nadie. Esto resulta muy extraño porque, en medio de su anonimato, sus grabados se reproducían por millares en hojas volantes, con noticias de la vida diaria y de la Revolución. Pero mientras esto ocurría, el cadáver de Don Lupe, con el alcoholismo como causa, salió de una vecindad marginal de Tepito con rumbo al Panteón de Dolores, a las tumbas de sexta clase por ser las únicas gratuitas. Nadie reclamó sus restos, y terminó en una fosa común, junto a decenas de calaveras que, como él, fueron olvidadas. Cruel e irónico, este evento pareciera una de sus estampas ¿no crees?

Sin embargo, no todo está perdido. A más de un siglo de distancia, Posada está más vivo que nunca, y su obra sigue reproduciéndose en México y el mundo. Dejó un legado de casi veinte mil grabados, que lo respaldan no sólo como un hombre que nunca temió decir lo que pensaba, sino como uno de los personajes más representativos del arte mexicano.

¿Qué opinas? ¿Lo conocías? ¿Te gusta su arte? ¡Cuéntanos en los comentarios!

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