CONMOVEDORA: La leyenda prehispánica del Lago de Cuitzeo

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El estado de Michoacán destaca por poseer enormes y famosos cuerpos de agua dulce, como lo son los ríos Lerma y Balsas, los lagos de Pátzcuaro, Camécuaro y Zirahuén, así como la laguna de Cuitzeo. Esta última toma su nombre del Pueblo Mágico de Cuitzeo del Porvenir, que se encuentra a sus orillas ¿la conoces? ¡Se trata del segundo lago natural más grande de México, y uno de los más estudiados debido a su importancia en la vida de la región! Se ubica justo en los límites de los estados de Michoacán de Ocampo y Guanajuato.

Debido a todo lo que hemos mencionado, no es de sorprender que para los purépechas que residen aquí, los lagos sean sagrados y alberguen muchas leyendas e historias maravillosas. Hoy te contamos una de ellas, sobre el origen del Lago de Cuitzeo.

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Un corazón para Huriata

Hapunda era una princesa que habitaba en estas tierras. Su belleza era comparable a la de una flor silvestre, pero vivía sola y triste, atrapada por órdenes de su padre en un jardín cuerauáperi, como se llamaba la tribu. La Madre Naturaleza incluso creó dos ríos cristalinos para entretener a la doncella, pero nada parecía hacerla sonreír. Ella rogaba a los dioses que su amado guerrero regresara pronto, sano y salvo, para poderse casar con él. El rey lo había escogido para pelear por los suyos en el campo de batalla, demostrando así que era digno de su hija.

Una mañana Huriata, el padre sol, brillaba majestuoso sobre las montañas. El ruido de los caracoles asustó a un colibrí –lee aquí su leyenda para entender mejor la referencia–, que tomaba la miel que Hapunda le ofrecía. Habían llegado desfilando cientos de guerreros por el prado Cuaracurio, por lo que la princesa salió corriendo hacia ellos. Preguntó a varios por su amado, pero ellos bajaban la cabeza y seguían caminando. Buscó a su padre y le dijo:

¡Padre mío! Devuélveme a mi amado que partió junto con tu ejército, cumpliendo tus órdenes, ya que te empeñaste en que debía regresar vencedor para hacerse merecedor de mi amor.

En ese momento todos guardaron silencio. El rey alzó su lanza y los guerreros se arrodillaron para escuchar al rey, quien pronunció lo siguiente:

—Hija mía, Hapunda, mi pequeña flor: La flecha de un chichimeca enemigo lo escogió a él, de entre todos mis guerreros. Huriata quería su sangre, y a sus pies he depositado su corazón.

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Los ojos de la princesa se llenaron de lágrimas, y con la vista extraviada buscó al dios del sol, pues sabía que el corazón de su amado estaba con él. Entonces siguió el rumbo de la luz, y los sacerdotes no pudieron detener el ímpetu de Hapunda cuando arrebató lo que quedaba de su hombre. Corriendo, la doncella bajó hasta el valle. Su mirada buscó un sitio donde guardar el despojo sangrante. Con violencia, no permitía a nadie acercarse a ella, ni mucho menos quitarle el órgano recuperado; no escuchaba la voz de su padre, ni de los guerreros que la llamaban.

Pronto cayó la noche, y Hapunda continuaba en silencio abrazando el corazón. La tribu se retiró a descansar, y el rey ordenó dejar sola a su hija para que llorara su pena; pensó que con el tiempo se enamoraría de alguien más, que fuera de su misma estirpe. Sin embargo, al amanecer, el rey, sus guerreros y el pueblo entero quedaron sorprendidos al notar que el valle había desaparecido.

En su lugar yacía una gran laguna que con sus aguas abrazaba un corazón. La princesa lloró tanto, que se transformó en la laguna que hoy en día conocemos como de Cuitzeo.

¿No te pareció hermosa esta historia? ¿Conoces otras similares? ¡Cuéntanos en los comentarios!

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