Donají, la princesa decapitada por amor: una leyenda oaxaqueña

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¿Quién dice que las princesas mexicanas viven en cuentos de hadas? ¡Mulán y Pocahontas se quedan cortas en el drama! Pues nunca protagonizaron una historia tan trágica y hermosa como Donají, la doncella zapoteca que murió decapitada por amar a un hombre –cuándo no–, pero, ante todo, a su pueblo. Cada año, entre los eventos de la Guelaguetza, es posible conocer su leyenda a través de una puesta en escena hipnotizante, que este 2022 se llevará a cabo el 24 y el 31 de julio en el Auditorio Guelaguetza, por el Ballet Folklórico de Oaxaca. No obstante, como a varios nos toca quedarnos en la oficina –buuuuuuu–, te traemos el chismecito completo para que no te pierdas esta apasionante historia, desde la comodidad de donde estés.

Coge tus pañuelos y prepárate. ¡Es tan emblemática que se encuentra en el escudo de Oaxaca!

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El alma enorme de Donají

El destino de Donají fue escrito desde el momento en que nació, pues recibió un nombre súper significativo: “alma grande”, un espíritu indomable. Hija del monarca zapoteco Cosijoeza y la reina Coloyocaltzin, fue vista en su cuna por el sacerdote de Mitla, quien le descifró un destino atroz. Tras observar signos extraños en el cielo –con toda la actitud de Maléfica–, predijo que ella se sacrificaría por amor. Con el paso del tiempo, los gobernantes decidieron enterrar ideas tan nefastas, incluso si la fortuna ya había sido leída.

Donají creció, por lo que era ya una joven cuando la tensión entre zapotecas y mixtecos estalló en un conflicto sanguinario. Un día, guerreros trasladaron a un prisionero al reino de Cosijoeza. Aún malherido y despeinado, su atuendo y armamento indicaban que se trataba de un hombre de alta jerarquía; bien podía morir desangrado en el palacio o, en caso de sobrevivir, les sería útil para gestar más adelante algún intercambio en negociaciones. Se trataba del príncipe mixteco Nucano, o “fuego grande”. Puedes ir imaginando lo que estaba por acontecer ¿verdad?

¡Pues sí! La princesa se acercó con curiosidad al huésped incómodo, y al ver sus terribles heridas, su corazón de pollo se apiadó. Lo alejó de cualquier espacio de batalla, decidió curarlo, lo cuidó y escondió de los guerreros hasta que el dolor desapareció, dando paso a un amor prohibido. Él le rogó que lo dejara libre, por lo que Donají –¡tonta enamorada!– lo dejó volver con su ejército, y así los mixtecas obligaron al rey Cosijoeza a abandonar Zaachila, el asentamiento más importante de los zapotecas. Qué mala onda ¿verdad?

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¿Amor o nación?

Aunque la guerra había acabado, Nucano desconfiaba del rey zapoteca. Fue tan baja y descarnizada su derrota, que los pensamientos de venganza parecían inevitables. Para prevenir cualquier catástrofe ay ajá–, el príncipe demandó a Donají como garantía de paz, por lo que fue llevada a Monte Albán y tratada como lo que realmente era: una princesa. Pero, a pesar de que quería al “gran fuego” y llevaba una buena vida en el palacio, un pensamiento atormentaba su corazón, impidiendo su felicidad.

A menudo, ella recordaba que le había fallado a su pueblo, que era culpable de todas las pérdidas del reino, todo a causa de la debilidad de su alma… Incapaz de tolerarlo más, llegó a la terrible resolución de que la única forma de enmendar sus errores sería reviviendo la guerra cruel. Así, algunos cuentan que a escondidas envió a una criada a Zaachila, con un dramático mensaje: “atacad al anochecer y enviad una señal para el momento de mi escape”. Otros creen que en realidad solicitó a su padre que la rescatase en un descuido de los mixtecos. Como fuera, el cumplimiento de su destino se hallaba cerca.

El sacrificio de la princesa

El taque tomó por sorpresa al pueblo de Nucano, por lo que civiles y guerreros fueron asesinados sin piedad. La señal de escape llegó en forma de dardo a la ventana de Donají, avisando que era momento de efectuar la huida. Sin embargo, el rescate resultó frustrado, porque pronto fue descubierta por los guardias que la vigilaban. Sedientos de venganza, la trasladaron a un lugar alejado de la batalla y la decapitaron sin el consentimiento de Nucano. ¡Qué espanto!

Los restos de Donají fueron abandonados en un lugar donde nunca fuese encontrado; algunos cuentan que los tiraron al río. Cuando el príncipe se enteró, sintió un terrible dolor –¡¿dónde estaba cuando la tragedia ocurrió?!–; pero esto lo impulsó a convertirse en el gobernador de los zapotecas. A pesar de haber sido herido casi de muerte por el pueblo enemigo, él siempre lo trató con respeto y cuidó celosamente de él, como ella lo hubiera hecho, recordando que Donají lo había salvado.

Qué triste ¿verdad? Pero la historia no termina aquí.

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Lirios blancos

El tiempo pasó y un pastor que caminaba por la orilla del río Atoyac, vio que en medio del invierno iba surgiendo un lirio. Asombrado porque en esta época helada era imposible que algo floreciera, se acercó a él; era tan terso y lozano que parecía el regalo de una divinidad. Decidió tomarlo para él, cuando se llevó una increíble sorpresa. Al intentar desenterrarlo de la raíz, trajo a la superficie la cabeza de Donají, que permanecía intacta, hermosa, como si sólo hubiese estado durmiendo. La flor que nacía de su oreja, era quizás un símbolo del amor sobre el odio, y de la valentía de la joven por proteger a su pueblo.

En honor a la princesa, el escudo de la ciudad de Oaxaca de Juárez lleva su efigie desde hace 194 años, elaborada por José Joaquín Guerrero y José María Melo. La leyenda de Donají representa para los oaxaqueños no sólo una historia de sacrificio, sino también de unión, orgullo y de defensa de nuestra tierra.

Donají y Nucano descansan bajo la misma losa en la iglesia de Cuilápam de Guerrero. Los visitantes pueden ver en el piso de este templo, un sepulcro con dos nombres: el de Doña Juana Cortés y el de Don Diego de Aguilar, nombre que tomó el príncipe mixteca cuando lo bautizaron.

¿Tú qué piensas? ¿Digno de película Disney o no? Como sea, esta leyenda es un orgullo mexicano.

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